domingo, 19 de diciembre de 2010

FERIA NAVIDEÑA DE DESARROLLO SOCIAL

El taxi nos dejó ahí, pero eran otras calles de las que decía la programación. Nos entregaron un folleto y entramos al patio. Pensé que regalaban bebidas, porque todos salían con un vaso de un líquido amarronado que creía que era jugo de uva, después me enteré que era cerveza y se compraba, salvo los músicos que eran convidados por los bailarines a tomar un traguito más. Otra de las cosas que se vendía bien era un roll con queso y tomate adentro. El primer salón que entramos tenía música y juguetes, compramos una remerita para una niña de 7 que era lo mismo el talle 8 que el 6, encontramos un aparato que movía pelotitas y cuadraditos de colores por un alambre que se enroscaba, iba y venía, subía y bajaba. La guitarra de un rasta sonaba, mientras que los tambores también se escuchaban. Fue curioso que pongan a los chicos con la música, esa era la filosofía del salón. Después salimos y volvimos a entrar en el espacio de la ropa y las artesanías. Luego nos fuimos para la comida donde daban a degustar todo tipo de cosas, saladas y dulces, una mezcolanza en el estómago, puré de garbanzos, alfajor de chocolate. No quise volver con las manos vacías y pedí un jugo de melón, que también salían mucho en el konex. Me daba nervios escuchar a un grupo que solía escuchar en mi primera juventud y no tener nada para tomar, me sentía como los que agarran los cigarrillos nada más que para hacer que pase el tiempo. Cuando empezó a sonar Pacha Runa me dí cuenta que todos estaban bailando, haciendo el trensito andino o saltando, algunos agarraban los cochesitos de sus bebés y los giraban generando coreografías naturales. Nada había cambiado de cuando los solía escuchar, tocaron Picarita, y se fueron con un enganchado de Hoy estoy aquí y otros temas conocidos del norte.