[21 de enero 2011] Llegamos reflexionando que en el recital pasado en el mismo lugar donde estábamos no había ido gente y pensamos los porqués, dijimos, un lugar que fue centro de detención militar asociado ahora con recitales y algarabía, tal vez la gente no se sentía cómoda. Efectivamente ese tema era motivo de largas discusiones, se debía hacer un centro cultural o tal vez solamente un museo donde recordar y pensar seriamente lo sucedido. Pero ahora era otro el escenario, faltaban cuarenta minutos para entrar y ya había una cola larguísima, nuestra teoría -de que no iba tanta gente por la impresión que le causaba estar en un lugar así- flaqueaba. Entramos y Jaime miró hondamente a algunas personas de las primeras filas, comenzó con una melodía tranquila en la que intervenía el charango apenas unas notas. En mitad del recital nombró a algunos de los presenten que estaban, entre ellos, la mujer de Jaime Dávalos, y el Tata Cedron, que se presentaría el viernes que viene en el mismo lugar. Cada integrante del grupo mostró sus virtudes artísticas tocando el instrumento que lo identificaba, y la del acordeón para sorpresa de muchos sacó una vocecita finita y dulce que encantó hasta el mismo Jaime Torres que dijo que era la primera vez que la escuchaba cantar y llegó a decir muy lindo por lo bajo mientras empezaba la siguiente canción.
